Leyendo los dos artículos anteriores se me presenta un problema grave que se describe a trozos en varios artículos: el problema de la interactividad.
Nos dirigimos irremediablemente a un estadio en el que todo es personalizable, donde la selección se convierte en tarea necesaria para poder disfrutar de servicios de información y, en especial, de ocio. La no linealidad empieza a abarcarlo todo. Esta situación, a priori, presenta dos problemas.
Primero el límite de la capacidad de atención. El hombre tiene capacidad de atención humana, no tecnológica. Lo explica verdaderamente bien Julen en Producir y consumir información en la movilidad. Tratar de abarcar más de lo que el hombre puede lo hace enfermar. Aparece el estrés. Además establece una barrera que permite dividir cuál es el límite del consumo informativo: la eficiencia.
Por otra parte, la nueva configuración de los medios de consumo de información (el ocio también forma parte del contenido informativo) nos hace trabajar para descansar. Pasamos el día configurando nuestras listas de reproducción de mp3, descargarmos y sincronizamos los podcast, configuramos nuestra programación favorita, añadimos fuentes a nuestro feed… Al final, descansar requiere un trabajo previo que no todo el mundo podrá o sabrá soportar.
Estos problemas hacen que sea más necesario que nunca los modelos de los medios tradicionales, es decir, la selección y clasificación de la información creando unidades de contenido que sigan algún criterio. Hoy, no mañana, es el momento de crear entidades que agrupen información, facilite el transvase entre dispositivos, que seleccione una serie de contenidos uniformes, aunque se permita cierto nivel de personalización básico o poder combinarlo con la personalización avanzada.
0 respuestas a «El problema de la interactividad»
Cada vea tengo más claro que tenemos que activarnos para colocar límites. Si no, acabaremos inundados por las campañas de consumo, sea de lo que sea. Y lo peor, me temo, es no hacar nada y pensar que la tecnología que tea va a ayudar. Ésta será una herramienta; si no la usas bien, adiós.
Muy certero el post, Chema. Hace tiempo estuve en una presentación de Apple de la que salí con la idea clara de que hacen falta varias vidas para disfrutar de todas las alternativas de ocio, que actualmente se plantean.
Y también estoy de acuerdo contigo en el punto que comentas: es que se sufre estres y se puede llegar a enfermar.
Pero, ¿cómo imaginas a esa “entidad” que sea capaz de agrupar y facilitar el trasvase de información? ¿será sin ánimo de lucro, será una unión de fabricantes, será…?
Hola JuanLuis,
Me interesan mucho las preguntas que lanzas, es un aspecto realmente interesante. Además no me atrevo a mojarme ahora mismo, la verdad. Déjame un par de días para que le de vueltas.
Julen, en cuanto a lo que comentas, está claro que la tecnología es una herramienta, un medio. Pero cuando la tecnología se configura como “herramienta” de ocio, la cosa se complica. Por una parte nos pasamos el día intentando ampliar nuetro tiempo dedicado al ocio, no siempre se consigue porque realmente los medios de consumo te arrancan el tiempo y lo tira a la basura. Por la otra parte nos encontramos con una configuración del ocio que te pide tiempo para disfrutarlo. ¿No crees que todo se vuelve en una encrucijada en contra de nuestro propio tiempo? ¡Qué importancia tendrá el tiempo que tratan constantemente de robárnoslo! ¡Qué forma de perder la vida!
Un abrazo a los dos, cracks.
Me ha interesado realmente el artículo y los comentarios. Dos cuestiones quisiera plantear desde un simple presupuesto: nuestros antepasados no eran, por definición, más torpes sino, tal vez, más inteligentes (desde Aristóteles a Hegel). Podemos aprender algo.
1. En cuanto a la excesiva información y la necesidad de selección: si hablamos del ámbito ordinario, el criterio es de estricta confianza. Los “maestros” dicen aquello que “te va a gustar” leer, o que vas a necesitar “en orden a esa eficiencia” de la que hablabas. Sólo la dimensión personal -no técnica- puede hacer un “desarrollo sostenible” de este inmenso medio.
2. En el ámbito del ocio, sólo hay una dificultad importante: vivir es seguir estando en el tiempo. Dejar que el tiempo lo administre otro absolutamente es la mayor esclavitud posible. Si el ocio es casi exclusivamente tecnológico, estamos perdidos.
En el ámbito de la ética política -esta cuestión pertenece a este ámbito filosófico- se dice que el uso responsable del poder es la capacidad de inhibirse del uso del poder -dejar que los que no tienen el poder dispongan de “espacio”-. Ese es, creo, el camino para que la tecnología no se convierta en arma de esclavitud.
Creo.
Consuelo, entiendo bien lo que me dices.
Creo que la figura del “”maestro”” existe y seguirá existiendo, de hecho es la solución que propongo entre líneas. Pero la figura del maestro se diluye en un entorno tecnológico como del que hablamos. El número de maestros crece, al mismo tiempo pierden influencia y están menos preparados.
En un lugar donde todos tienen voz, donde la información es demasiado extensa como para abarcarla, cualquiera puede ser considerado maestro y sus “lecciones” se pierden en el infinito informativo.
Quizá la pregunta sea otra. ¿Qué medios tenemos para que los maestros y sus enseñanzas permanezcan?¿Qué criterio podemos seguir para identificar a los maestros verdaderos? Porque el tiempo es un factor que dificilmente se puede abarcar aquí.
Hola Chema
Qué interesante tu empresa y que blog más chulo, yo necesito hacerme uno también profesional como el tuyo porque voy a comenzar un programa en la radio sobre los contenidos de la web y la blogosfera… de momento tengo este http://www.lacoctelera.com/gret
Me parece que no te vi en el otro beers and blogs, ya te veré en este.
Saludos y besos.
Por un lado: Todos somos maestros y alumnos al mismo tiempo. A caso el que enseña no esta aprendiendo a enseñar?
Por otro lado: No hay un esquema universal para organizar toda la información cada uno debe hacerse el suyo propio.
Mi recomendación es muy simple aprende lo que te convenga no lo que le convenga a los demás.